COMPLEJO Y ABSURDO


En el día de hoy podría escribir acerca de los muchos y variados asuntos que conforman la actualidad social y política: la crisis griega; la retirada de cargos a un supuesto defraudador; la deriva ideológica de algún partido e incluso de la pérdida de la misma; la prevalencia de idearios sobre las necesidades reales de la masa social.
 Tantos y tantos temas que ofrecen titulares diarios, temas recurrentes, cambiantes, a veces a modo de maniquí al que se le cambian los trajes. Trajes que son nombres de personas, de lugares y conceptos, que de puro cansinos pierden la esencia y trocan en meros "sparrings" sobre los que opinar y discutir haciéndolos objeto de debate en un estéril intento de arreglar, cada cual a su modo, el dislate en que entre todos hemos convertido la relación entre individuos y la de éstos con el entorno.

Los pareceres de cada uno nunca como ahora hallaron medio para darse a conocer de modo tan perentorio. Y así, por obra y gracia de las redes sociales, millones de opiniones, exabruptos y despropósitos son vertidos al magma social como combustible que alimenta la llama eterna de la insatisfacción.

Se me antoja entonces que todo ello actúa como una gran pantalla traslúcida donde se proyectan falsas y grotescas siluetas a las que pintamos las máscaras que creemos más convienen según la situación, ocultando tras ellas el miedo profundo y soterrado, la ansiedad que nos corroe las tripas y nos hace apretar fuertemente los párpados en un vano intento de seguir soñando y dejar para más tarde el afrontar un nuevo día.

Nos lo hemos montado complejo. Cual seres dotados de raciocinio avanzamos deprisa, obteniendo respuestas y desarrollando una tecnología que nos da mayor calidad de vida. No obstante, creo que el precio a pagar es muy alto.
No culpo de ello a los avances antes mencionados, gracias a los que vivimos más tiempo y con mejor salud; curamos enfermedades; preservamos los cultivos; procesamos mejor los alimentos; actuamos con mayor diligencia ante cualquier cataclismo. A todo ello no podría ponerle ni un solo pero si nos hubiéramos parado a pensar.

Pensar, reflexionar, interiorizar. Buscarnos a nosotros mismos en el marasmo de pensamientos voluntarios o no, que nos hacen ser. Somos también seres espirituales a la par que racionales o a consecuencia de ello.

Si reflexionásemos más necesitaríamos menos.
Aquello que nos hace felices aportándonos una sensación única de equilibrio mental y corporal es bien sencillo: el abrazo de un hijo; la caricia de un ser amado; respirar con fruición la brisa de un atardecer en la orilla del mar; contemplar la inmensidad de altas cumbres sintiéndonos pequeña parte de un todo; sentir la tierra entre los dedos al plantar un árbol; querer y ser queridos.
¿Qué nos ha llevado entonces a escoger un sistema social que nos es nocivo y no deja aflorar al ser anteponiendo el tener?.

El lógico anhelo por preservarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno más cercano hace crecer de modo exponencial la necesidad de proveernos de todo lo que suponemos que nos protegerá y ello da lugar a abusos por parte de quienes se aprovechan de nuestro miedo para crearnos una necesidad desmedida.
El desarrollo tecnológico no avanza parejo a nuestra capacidad de entenderlo e integrarlo de forma sana en nuestra cotidianidad. Ello no es nuevo. Desde siempre hemos hecho del capricho necesidad desatando la codicia y la envidia que dan lugar a la ilegalidad, la arbitrariedad y la corrupción que han imperado siempre en el sustrato de cualquier forma de organización social y política que se nos ocurra.

No importa tanto la manera de organizarnos como los valores en que sustentaremos dicha organización.
Todo régimen político da lugar a una teoría que se nos presenta limpia y transparente, exenta de vicio. En teoría pues buscará un equitativo reparto social, una equiparación de derechos y obligaciones de forma justa y una distribución de tareas en función de la capacidad de los individuos, sin generar situaciones de desamparo social. En teoría.
En la práctica dicho reparto social lo basaremos en la capacidad de enriquecimiento individual, mayor cuanto mayor sea también la falta de ética y el sometimiento de los demás; la equiparación de derechos y obligaciones se desvirtúa en demasiadas ocasiones cuando el sistema valora lo que tenemos y no lo que somos; respecto al reparto de tareas y como decía mi abuela "mientras haya burros iremos a caballo".

La educación toma en este punto un papel preponderante, fundamental.
Todos queremos que nuestros hijos desde pequeños - materia nueva e inocente - crezcan como personas sanas, generosas, honestas, con capacidad de valorarse y valorar lo que posean y con profunda empatía por sus congéneres. Así nos gustaría ser a nosotros y nos reflejamos en ellos para atenuar nuestra frustración.

No basta con quererlo, hay que lucharlo.
En primer.lugar, hemos de conocernos a nosotros mismos y tener claras las prioridades. Solo así podremos tener la seguridad imprescindible para afrontar las embestidas de quienes quieren que busquemos la bendita utopía de la felicidad en la posesión material.
Dedicarnos unos minutos diarios, observarnos a nosotros mismos nos ayudará a mantenernos firmes en nuestra elección de lo que somos y a transmitirlo de forma serena.

Todos tenemos menesteres y razones para convertir a veces caprichos en apetencias necesarias. Pero ello sin crear falsas dependencias y hábitos que nos sean tóxicos.
¿De veras nos satisface el uso sin control de la tecnología?; ¿nos completa como seres humanos el tener un mayor número de bolsos, corbatas o zapatos que el vecino?; ¿nos sentimos mejor con el modelo más caro de móvil o de coche o con un "casoplón" de innumerables aposentos por cuyos pasillos puedan correr caballos?.

Señores y señoras, seamos sensatos. Detengámonos unos instantes y meditemos contemplando desde bien arriba este complejo y absurdo entramado de estupidez en el que elegimos vivir. Y acerca de esos individuos que cimentan su existencia  en la droga del tener me provocan una gran tristeza. Los concibo como entes incompletos en permanente estado de impaciencia incapaces de gozar de una puesta de sol, de contemplar las estrellas o coger de la mano a alguien si ello no les conlleva un dispendio oneroso. Es posible que vean el ocaso desde una isla privada, el firmamento pensando en comprar una parcela en la luna o que solo puedan asir la mano de aquel o aquella que han comprado a golpe de talonario. Y todo ello viviendo siempre apresuradamente sin tiempo a saber quienes son. ¿Son felices?. Yo creo que no.

En tiempos de insidia, y todos lo son, la fortaleza de entender quienes somos sin sentir vergüenza por ello, nos permitirá seguir luchando contra las injusticias de una sociedad que estimemos deshonesta; podremos hacer un uso racional y generoso del desarrollo tecnológico que nos beneficie a todos; nos sentiremos mejor ayudándonos entre nosotros.
¿Utopía?, es posible pero no por ello voy a dejar de intentarlo.

No importa el color de la piel, la forma de los ojos, la procedencia o el destino. Todos tenemos sueños; todos fuimos niños - nuevos e inocentes - dando la mano a nuestros padres; todos anhelamos dar y recibir amor. Sentir. No es más que eso ¿verdad?. Tan íntimo y tan grande a la vez.
Por tanto ¿por qué lo hacemos tan absurdo y complejo?.

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