EL ALMA ENFERMA

Hay días que cuestan. Cuesta levantarse y mirar de frente a la vida mientras te preguntas como hicimos todo tan complicado.
Es fácil imaginar una vida más sencilla, que no más simple; más cercana a la naturaleza y a uno mismo sin necesidades que no son tales. Una existencia donde prevalezca el ser sobre el tener y el sentimiento sobre la apariencia.

La avaricia, la soberbia, la envidia no son solo parte de los llamados vicios en las enseñanzas de la moral cristiana; sería fácil establecer una penitencia a modo de lavadora moral que limpiase el alma.

La sociedad actual funciona inmersa en una comunicación global sin pausa; todo se dice, se sabe y se publica sin darnos tiempo a pensar y a discernir. Ello en contraposición a un gran vacío individual. Nunca estando tan expuestos nos sentimos tan solos. Es mi opinión.

Perdemos la esencia del sentimiento en pos de una apariencia creando personajes adecuados para transitar por la red social en la que estamos sumidos; a modo de cuadrícula nos insertamos en la casilla que nos corresponda sin salir de los parámetros establecidos. Y ahí está el problema.

El cuerpo chilla lo que la boca no dice. Es así. Tenemos el alma enferma y tapamos la ansiedad, la frustración y el ahogo vital en una vorágine de consumismo extremo donde lo íntegro tiene un precio cada vez más alto; en una suerte de permiso tácito todo se compra y se vende falsificándonos la voluntad, los anhelos, en una cosificación de cuerpo y alma.

Supongo que siempre ha sido así. Homo homini lupus es una célebre frase de Plauto que encierra en tres palabras la idea de que el hombre es capaz de cualquier barbaridad contra sus semejantes si con ello favorece el propio interés. Guerras, esclavitud, explotación, manipulación han estado siempre presentes en el devenir del ser humano,  predominando más cuanto menor es la presencia de una ética social.

Hoy es muy fácil. La inmediatez, el "postureo", la exposición continua nos empuja a no analizar, no distinguir; a correr sin detenernos y a estrellarnos en el muro de nuestra individualidad.

Si pensamos, sufrimos. Y bastante tenemos con seguir adelante.

Pero hay días que cuestan y te cuestionas si vale la pena.

Hay días que dan miedo las decisiones que uno debe tomar o  dejar de hacerlo ante las obligaciones que nos hemos impuesto, tal vez incluso creadas por nosotros mismos.

Hay días que da miedo el futuro, ya no el nuestro sino el de las personas que queremos y a las que trasmitimos nuestra forma de seguir un camino marcado vaya usted a saber por quien y que a su vez nos marcaron a nosotros; o tal vez sí lo sabemos y nos da miedo o vergüenza reconocerlo, sabernos cobardes.
Y es que aunque nos armemos de valor para rebelarnos y cambiar las cosas es complicado llevarlo a cabo, encontrar la solidaridad en la gente, las ganas para empezar a trazar otra manera de hacerlo.

No estoy hablando de sistemas, ni de economía ni de nuevas políticas, cuyos representantes cual lobos revestidos con piel de cordero, se afanan en ocupar escaños y cobrar grandes sueldos mientras moralizan como falsos profetas.

Hablo de la forma de pasar por la vida, que son solo dos días y nos lo dificultamos como si tuviéramos por delante todo el tiempo del mundo.

Suerte que el sol sale cada día aunque nos empeñemos en taparlo con las nubes de la sinrazón, y lo seguirá haciendo cuando ya dejemos la casilla vacía.

Refugiémonos en los abrazos y en las miradas sinceras que nos ayudan a continuar, a creer que sí, que se puede y que vale la pena, dedicando un pensamiento a quienes nos quisieron y nos llevaron de la mano mientras nos enseñaban, luchando por creerlo ellos también.


" Si el pasado está hecho de relatos y el futuro está hecho de deseos ¿en que  lugar entre las palabras y las cosas se encuentra nuestro presente?"
                                                                     Pablo Messiez (Dramaturgo argentino).

"Y una vez que la tormenta termine, no recordarás como lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura. Cuando salgas de esa tormenta no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta."
                                                                     Haruki Murakami (Escritor).   

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