CONOZCO


Es curioso el mecanismo de la mente humana y su capacidad para anteponer los detalles al conjunto, empequeñeciendo la visión cotidiana.
Supongo que se trata de un mero método de supervivencia; Centrarnos en nuestro transcurrir diario sin fijarnos más allá del entorno inmediato. 

Y está bien. Es la forma en que se preserva nuestra posición vital, nuestro lugar en el mundo que nos ha tocado en suerte. Y en base a ello nos quejamos más que gozamos de horarios, actitudes, tonos y respuestas de nuestros congéneres, cayendo en la dictadura del "yo" (yo necesito, yo debo, yo tengo que, yo creo). 

Es la cultura del "trepa", del "aquí vale todo" y del "pues yo más". Llegados a este punto cualquiera de ustedes me dirá que sí, que de acuerdo, que lo que yo diga, pero que tal vez no soy yo quien madruga para trabajar toda la jornada por un paupérrimo sueldo que apenas da para pagar hipotecas, colegios y demás ataduras del sistema que entre todos cebamos.

Y sí, puede que tengan razón, o no, pues no conocen ustedes la situación de quien suscribe. Pero no era mi intención escribir hoy sobre todo aquello que nos angustia, sino más bien todo lo contrario.
Abran la ventana de su mente y sobretodo de su corazón. Dejen entrar el aire fresco de mi relato y ojalá al acabar de leerlo su respiración anímica sea calma y profunda.

Conozco gente.

Conozco a María, con 81 años y la vista muy mermada. Acude cada lunes a su clase de gimnasia con su bastón blanco y su mochila. Es pequeña, frágil, y conmueve ver como se esfuerza en hacer todos los ejercicios. La miro y pienso en esa fuerza que hace que siga adelante cada día.

Conozco a Juani. A diario vende lo que puede alrededor del mercado. Su vida nunca ha sido fácil pero ella da las gracias a Dios cada día por tener salud en la familia. No tiene nada pero, como ella dice tiene la noche y el día. Toda una lección.

Conozco a Jordi. Es buena persona. Está enfermo y sin empleo. Tiene dos chiquillos. Al mayor a veces le cuesta sonreír a la vida.

Conozco a gente.

Conozco también a Paco ,que hace las mejores pizzas. Conozco a Jou, siempre con una sonrisa para todos.

 Conozco a David, con su música arriba y abajo, y su ilusión por estar encima de un escenario.

Conozco gente. A mucha. A unos más que a otros, pero todos ellos forman parte de mí, me acompañan y yo a ellos.
Constituimos eslabones de una cadena de vida que merece que se la valore.

Todos nosotros fuimos niños una vez. Tuvimos unos padres cuyo máximo anhelo era que nos fuese bien en el camino de la vida. Alimentamos la juventud con sueños y proyectos.

Agradecemos todo ello cuando sonreímos en vez de enfadarnos, cuando damos en lugar de pedir y cuando pensamos en los demás y no en nosotros mismos.    

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