LA CERTIDUMBRE DE LA DUDA


Desde siempre me he sentido impelida a cuestionar casi todas las cosas, las causas y los lemas convertidos en dogmas por imposición, oposición a ésta o ser tendencia.
Creo pues en escasas certezas, siendo cada una de éstas la consecuencia dada por la reflexión, la observación y la subjetiva valoración de las opiniones de quienes me merecen una consideración, siempre circunscritas y expresadas en y para mi entorno más personal.

Puesto que cuestiono, respeto a quienes disienten de mis pareceres y considero el debate inteligente un modo casi perfecto de exponer lo pensado y aprender de lo escuchado abriendo con ello diferentes caminos para el análisis desde perspectivas no contempladas o dejadas a un lado por carecer hasta ese momento de argumentos válidos.

Menor es mi aprecio y por ende mi respeto hacia los postulados dados por ciertos por una gran cantidad de seres humanos. Puede que condicionada por mi apego a la introspección y a las conversaciones en "petit comité", y también por mi alergia a la masa social derivada del trueque del razonamiento individual  por un cómodo y conveniente fundamento colectivo.

Desconfío de las convicciones que por su grandilocuencia seducen a aquellos que priman la estética de las palabras sobre la ética de su significado; desconfío de las verdades que por repetidas son aceptadas sin tomarse la molestia que no debería ser tal, de inquirir en su germen por si son falacias transmutadas en exactitudes; desconfío de las certezas que ofrecen el descanso intelectual ante los temas que nos inquietan y nos instalan en el falso bienestar que posee el que ha cedido la prerrogativa del análisis a quienes lo harán por él, entregándoles de este modo la más preciada libertad del hombre.

La historia nos ofrece numerosos testimonios de períodos oscuros en los que la diferencia, la controversia y la opinión eran sojuzgadas en sociedades que mermaban a sus habitantes de una parte muy importante de su condición humana.
Y aún la misma historia contada debe ser puesta en tela de juicio pues es sabido que son los vencedores quienes la escriben y nos dan la versión más favorable a sus intereses. No en vano los hechos y sus consecuencias son relatados por seres humanos, criaturas embebidas de vanidad y ansiosas por dejar constancia de nuestro breve y nimia huella en el devenir de una Historia, ésta sí con mayúsculas, que nos precede y nos supera revelando nuestra pequeñez.

Pero somos importantes, y mucho. Y lo somos mientras seamos seres conscientes y dotados de raciocinio, que amamos, trabajamos y construimos una vida, sea ésta larga, corta, sola o compartida.

Si hay una certidumbre es la que te dan los años transcurridos, las vivencias dulces y amargas que te van despojando de poses y maneras que te son ajenas, adoptadas por ser complacientes o mutadas por otros convencimientos adquiridos gracias a las experiencias vividas.

Desde la ética firme que me define no acepto premisas en las que no crea. Y me esfuerzo en distinguir la pose de la auténtica creencia de otra persona, con quien se pueda deliberar de manera cortés.

Es éste un tiempo de incertidumbre, de valores desnortados; de progreso científico y tecnológico que no va parejo a la capacidad de asimilación de la mayoría social. Demasiado fácil, demasiado rápido. todo es consumible y la misma moral está sometida a una obsolescencia programada.

La cuestionabilidad de casi todo no debe confundirse con la minusvaloración de lo conseguido. Merece la pena reflexionar, volviendo la vista atrás, para no olvidar el alto precio pagado por aquellos que nos precedieron luchando por lograr la libertad de la razón, el derecho a la opinión sin ser sometido a la tiranía del pensamiento único.

Vigilantes debemos estar ante la mofa y el abuso perpetrados a nuestro orden social por quienes cambalachean los derechos por personales privilegios y hacen del circo de la sinrazón su modo de actuación para convencer a quienes no dedican un tiempo a pensar, analizar y cuestionar el rimbombante mensaje de los que se prestan a hacerlo por ellos.

La única certeza es la capacidad que posee la duda para no dejarnos acomodar, y continuar escuchando, leyendo, analizando y viviendo para poner nuestro granito de arena en pos de un mundo mejor para todos.

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