PASAR LA VIDA


"A veces llega un momento en que te haces viejo de repente..."
 (La senda del tiempo - Celtas Cortos)

Hacerse viejo de repente. No de un modo físico, tangible, como resultado de un proceso natural que a fuerza de ser vilipendiado por una sociedad basada en la banalidad de lo inmediato, en la falacia de una juventud mal entendida, inmersa en el afán de eternizar las apariencias en detrimento de la experiencia vivida, es ignorado; pero ésto puede ser tema de otra reflexión. 

Alguien se despierta un día sin un objetivo, un fin, unas ganas de hacer algo que haga que salga de la cama. Y a ese día siguen otros más. Entonces cae en la cuenta ese individuo que esa es la realidad en la que vive, la única que le queda por vivir. Ya no caben más apetencias, más esperanzas.Murió la ilusión.

Hay personas que no se han aventurado nunca a vivir. Gente que pospone los anhelos, las ambiciones, viendo pasar la vida, contemplando como otros viven, diciéndose que mañana sí, mañana será el día en que se atreverán a vivir.

Personas que por carácter, por crianza, por factores innatos o adquiridos, se limitan a si mismos, se castran individualmente y se anulan socialmente mientras se soportan y se aceptan en sus sueños, allí donde se sienten libres, donde se aprecian realizados, íntegros como persona, donde hallan la fuerza para seguir viendo pasar la vida.

La vida que para ellos es una cárcel, una cadena atada al alma a la que se van añadiendo rígidos eslabones construidos con el duro material de la frustración.

Podríamos tildarlos de cobardes o incluso de estúpidos por no darse cuenta de que el tiempo es finito, que menguan las fuerzas y se acaba la función.

Podríamos pero no debemos. Desconocemos que les hace obrar así con ese miedo a ser y a estar, a buscarse la vida, a viajar, a conocer, a decir un te quiero o un ya no te quiero más; a gritar que sí; a chillar que nunca; a llorar y a reír; a levantarse cuando están todos sentados y hablar; a opinar y a llevar la contraria.

Han preferido pasar desapercibidos, acostumbrados a no mostrarse, a no luchar... a "malsoñar".
Se pierden en sus sueños, se refugian en la almohada donde acomodan los deseos, donde son quienes hubieran querido ser, quienes hubieran podido ser si se hubiesen decidido. El porqué de todos ellos nos lo podrían explicar profesionales de la psique.

Pero aquí están y muchas veces ni nos percatamos de ellos, mal clasificados apresuradamente; los etiquetamos en la queja constante, en el mal humor permanente, en la desidia para afrontar una vida que cada vez les es más insoportable.

Y no tenemos porque saberlo, de acuerdo. Aunque tal vez valdría la pena escuchar más y aconsejar menos. Ralentizar el ritmo con menor presión colectiva y sin estereotipar. Es todo ello una labor social en la que ni estamos ni se nos espera.

Han dejado morir los sueños en la almohada y caen exhaustos sobre ella hartos de sufrir el día a día vacío de ilusión y aliviados de ir viendo descender el telón a modo de mortaja.

Se hacen viejos de repente, sin saber que lo han sido siempre, mas no con la senectud que da la veteranía, sino con el rancio y antiguo miedo que muchos de ellos han arrastrado consigo casi desde que tuvieron uso de razón.

Y a veces, solo a veces, se humedecerán sus ojos y veremos rodar alguna lágrima por sus mejillas y no sabremos porqué.


"No es la muerte lo que un hombre debe temer, debe temer que nunca empiece a vivir" 
(Marco Aurelio)

"El miedo a la muerte se deriva del miedo a la vida. Un hombre que vive completamente está preparado para morir en cualquier momento"
 (Mark Twain)

"La vida debe ser comprendida hacia atrás pero debe ser vivida hacia delante"
 (Sören Kierkegaard)

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