MÁS QUE MIRADAS



Ahora que no nos vemos las caras, los ojos son, más que nunca, el espejo del alma.
Miradas perplejas. Miradas cansadas. Miradas con miedo. Miradas ausentes. Miradas que preguntan. Miradas que claman. Miradas que transmiten. Miradas que esperan. Miradas que se despiden,...Son más que miradas.

Son niños que no entienden qué sucede pero saben que algo pasa. 
Son profesionales que se entregan aún a riesgo de perderlo todo para que otros no pierdan nada.
Son madres, padres, hermanos, abuelos y tíos que no pueden abrazarse, pendientes de una llamada que les diga que aún están todos bien. 
Son pensamientos que se pierden apoyados en el marco de una ventana, dejándose ir bien lejos, allá, donde se guardan las vivencias y se atesoran los deseos.
Son adolescentes que preguntan dónde quedó su mundo, ese que empezaban a descubrir con el roce de otra mano, la complicidad de la amistad y con la fuerza de la ilusión por llegar a ser lo que quisieran.
Son mayores a los que la vida ya bregó a fuerza de vicisitudes y que dan por bueno lo pasado si sirve de ejemplo para que otros no cometan los mismos errores.
Son pensadores sin voceros, filósofos de la vida, que llenan cuadernos con reflexiones que, bien leídas y mejor entendidas,serían las mejores defensas. 
Son optimistas de proyectos pausados, que dedican ahora su tiempo a imaginar un nuevo modelo de sociedad donde se valore el ser y el estar por delante del tener.
Son pesimistas vencidos por sus derrotas y sus miedos, agoreros de un futuro donde nada va a cambiar.
Son seres humanos que mañana ya no van a estar aquí y que, entre tubos, mascarillas y guantes, buscan fijar sus ojos cansados en otra mirada que les ampare y les haga sentir que no están solos.


Son miradas que contemplan calles vacías y parques sin juegos.
Son miradas que se cruzan en oscuras estaciones de metro, manteniendo la distancia física aún estando más juntos que nunca en el propósito de ayudar.
Son miradas agradecidas de poder estar juntos.
Son miradas que se abstraen en amaneceres cuajados de trinos, en paisajes que recuperan colores y olores, en una naturaleza que nos muestra que aún tiene una oportunidad.
Son miradas aún límpidas y esperanzadas que nos reclaman otro legado y nos piden aguantar y no caer en la desidia.
Son miradas sabias que aprendieron hace ya un tiempo que la mayor de las riquezas se mide por lo que somos y no por lo que tenemos.
Son miradas que nacen del corazón para decirnos que entre todos aún podemos conseguirlo.
Son miradas que sonríen ante la oportunidad de construir una sociedad más solidaria y justa.
También son miradas de aquellos que dicen estar de vuelta de todo y caminan mirando a los demás por encima del hombro sin atreverse a mirar en su interior. E incluso éstos, acusadores y asustados, que tienen secuestrada a la esperanza pero no muerta, reclaman una vez más que se les salve.

Y están las miradas que se cierran para abrirse en una mirada infinita, ya sin tiempo ni espacio, que acoge preguntas, entregas, reproches, deseos y temores, todo aquello que nos hace humanos.

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