¿UN DÍA GRIS?

Empecé a escribir este texto en un día gris, lluvioso, en el que al salir a la calle escuché quejas varias sobre el clima. Reanudo la escritura días después, con un sol radiante, mientras sigo reflexionando sobre la queja continua.
Concedo el alivio de la queja a los jóvenes, mas no a los que ya dejamos atrás los ¿mejores años de nuestra vida?. 
Se llega a cierta edad en que dedicando un tiempo a reflexionar y analizar, se relativiza la cotidianidad en función de las vicisitudes dando a las cosas su justo valor, a veces ninguno, y dedicando el esfuerzo y las horas a lo que realmente vale la pena sea por obligación o por devoción.

En cuanto a los jóvenes, eso es harina de otro costal. Afortunadamente, la mayoría de ellos aún no ha perdido nada importante, sustentando por ello el valor de su queja en una balanza cuyo fiel se inclina hacia el platillo del "yo y mi circunstancia".
El egoísmo de la juventud no lo veo en modo alguno igual al que forma parte de la personalidad de un adulto; desgraciado el que, presuponiéndose alcanzada la madurez, ostente un comportamiento en que prime el yo por encima del nosotros. Aunque me inclino a pensar que es cada vez mayor el número de personas que afrontan la existencia desde una inmadurez consentida.
Los jóvenes adoptan una postura egocentrista en la búsqueda de la  auto afirmación que les permita llegar a ser seres humanos completos a los que merezca la pena escuchar. En este punto abrirán la mochila que les pusimos a la espalda cuando nacieron y que hemos ido llenando con enseñanzas, ejemplos, actitudes y afectos. El valor de este bagaje vital depende de nosotros, siendo un privilegio y una gran responsabilidad que no debemos descuidar en ningún momento y cuya recompensa son las personas que más queremos, aquellas por quienes siempre valdrá la pena luchar y seguir adelante, velando para que el esfuerzo que el joven pone en la defensa del interés propio devenga en un altruismo humanitario al que le lleve su conciencia.

Algunas veces les pedimos imposibles que satisfagan nuestro yo, que no el suyo, el que nosotros mismos olvidamos en pos de valores que no son tales.
Les dejamos un país donde ya nadie sabe que es ni se siente representado; donde la discordia y el insulto conforman la noticia diaria; donde la corrupción se ha instituido como máster de toda carrera política; donde los padres e incluso abuelos de estos jóvenes idolatran a belenesestebans, isabelespantojas o paquirrines y los canales de mayor audiencia de la televisión vomitan las veinticuatro horas del día espectáculos donde individuos de extraño pelaje y nula catadura moral exponen su basura para deleite de quienes firman los boletines de notas de sus hijos.
Claro que no estamos todos en el mismo saco, pero que difícil es hablar y razonar en el reino del griterío y la vulgaridad.

Solo les reprocho a los jóvenes su inactividad. Deberían levantarse y reivindicar cambios en los diversos ámbitos que les afectan y condicionan su futuro, como es la reforma educativa cuando no están conformes con la metodología de la enseñanza que reciben. 
El conocimiento no se adquiere engullendo temas a tutiplén y sin dedicarles el tiempo necesario, acatando los programas ordenados por consejerías en manos de ¡oh, sorpresa! adultos dedicados a la política y más interesados en dar cumplimiento a veleidades religiosas, independentistas, libertarias, etc. - la lista de despropósitos es interminable -  que en acabar con las aulas masificadas, los docentes hastiados y los alumnos desmotivados.

¿Serán ellos la generación que lo cambie todo?. Puede que aún no; probablemente seguirán inmersos en nuestro propio código de valores muchas veces basado en el concepto de tener más que en el de ser.
Algunos a nivel individual lograrán vivir más o menos decentemente, y en función de su preparación, conocimientos y educación pasarán de soslayo sin que les roce apenas el tufo de una sociedad en decadencia; pero aún así deberían seguir luchando por sus descendientes o por la tranquilidad de su conciencia.

El tiempo es la más valiosa de nuestras posesiones. Cada uno de nosotros abrimos un baúl que llenaremos con afectos, reflexiones, conocimientos, silencios, opiniones e impresiones a lo largo de nuestra existencia.
Aún reconociendo el derecho de cada joven a equivocarse y aprender de la propia experiencia, hay que requerirles el aprecio constante al mero hecho de vivir cada día con consciencia del valor que ello representa; y sin caer en falsos moralismos, estimar el privilegio de ser  quienes son y la capacidad de cambiar el mundo.

Intento aprovechar mi tiempo enriqueciendo mi valor como persona. Plasmando el pensamiento en el papel, reflexionando, contemplo la realidad como si hubiera subido a una montaña, observando el valle y a sus diminutos pobladores entre los que me encuentro; valorando las vicisitudes propias y ajenas; enojándome ante las injusticias y los desmanes; congratulándome con los afectos y las muestras de entrega.
Es como leer un libro en que escribiremos el final entre todos. 
Cada uno de nosotros elegimos el contenido de nuestro baúl; el valor de su tesoro depende de como aprovechemos muestro tiempo, aunque el día sea gris.


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